miércoles, 24 de noviembre de 2010
martes, 9 de noviembre de 2010
Valor vs Verdad
Ríome de quien se envalentona, inflando el pecho cual gallo de corral, al decir que su valor no tiene límites por enfrentarse sin temor a dragones de grandes fauces y esputos de fuego. A lo "físico" se puede enfrentar uno en mayor o menor medida, ya sea con el metal o con el magro. Pero hay monstruos más difíciles de doblegar. Cuando al "enemigo" no se le puede agarrar por el pescuezo, sino que vaga como una especie de ser etéreo. Para ese tipo de enfrentamientos hay que acorazarse realmente de valor. Y es que, no hay mayor acto de valentía que enfrentarse a la verdad. Pero hay elementos que acobardan frente a este enemigo, como son el orgullo, el sentimiento de culpa o la vergüenza, activos que cotizan al alza dicha valentía.
En una historia se dice que existen, primero, tantas verdades como personas implicadas en la misma, y luego la verdad. Pero, a pesar de ver una misma realidad desde prismas diferente, lo cierto es que está ahí, y parece imposible enfrentarse a ella en determinadas ocasiones. No hablamos ya de la VERDAD absoluta, si no de los motivos que nos mueven a realizar determinadas acciones, las verdaderas razones tras las cuales actuamos.La verdad duele, es incómoda, distorsiona la imagen que nos esforzamos por ofrecer, chirría con las lógicas establecidas (nunca con la lógica de los actos, pues es ella la que dota de sentido a las descabelladas actitudes de determinadas personas). No es de agrado, en uno u otro grado, por eso se tiende a esconderla bajo un escudo que oculta o maquilla la verdad intrínseca de nuestros actos.
Fruto de esas incomodidades, que encierran a nuestra valentía en una minúscula celda, surge la mentira, entre ellas, la peor de todas desde el punto de vista del receptor: la mentira piadosa. Esa que llega para apiadarse de nosotros, ofreciéndonos su conmiseración, atolondrándonos con una visión de la realidad violada en pro de nuestra anestesia mental. Aunque a fin de cuentas, del único que se apiada, es de quien miente. Es el recurso que le queda para pasar de puntillas frente a un problema y apaciguar a la conciencia por su falta de valentía.
El receptor, a fin de cuentas, si nunca llega a saber los verdaderos motivos, permanecerá en la ignorancia, aunque puede llegar a tornarse más fiero que un dragón si llega a descubrir la realidad del asunto. Es más, el dragón puede asaltar a la vez que la mentira, por conocimiento previo de la verdad, aunque el emisor cobarde no sea consciente de ello.
Nos movemos entre mentiras, entre biseles que ocultan los verdaderos motivos de nuestras acciones, por falta de valor, por no querer mirar de frente, o más bien por no querer que los demás vean de frente a la realidad. La verdad puede que duela, más que la daga que se clava para luchar contra el dragón, pero permanecer en la ignorancia te hace permanecer cual animal de ganado, despegado de cualquier cosa que se acerque a la integridad mental.
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