"Te quiero mucho", una oración más que conocida, manida y maltratada por el uso inapropiado que se le da en ciertos casos. Tres palabras (a veces dos o tal vez más, en función de los ambages escogidos), casi naturalizadas e instauradas en nuestra sociedad occidental como algo básico, necesario y hasta útil.
Esa sociedad que parece gestarlas, nos enseña estas palabras mágicas. Pero no sus esfuerzos no quedan ahí, nos hace interiorizarlas, casi como algo innato, que nos venden como atribuibles a un selecto grupo de personas, de quienes podemos y debemos esperar oírlas. Hasta los 'mercados', omnipresentes, nos ofrecen mil variedades, formas y precios ajustados a todos los bolsillos para expresar esa tríada casi mágica.
Es -o eso se pretende- una oración demandada, obligada y natural.
Pero cuando una persona, una -por supuesto- de ese selecto grupo marcado por la sociedad como indicada para decirlo, te dice "te quiero mucho", y tú, no sólo te sorprendes porque es la primera vez que recuerdas habérselas oído -aunque las supieras sin que las hubiera pronunciado-, sino por la agudeza que experimentan tus sentidos por la resonancia que causan, por la aceleración de conexiones neuronales a las que se llega en busca de algo parecido en el resto de tus experiencias, y por el desencadenamiento de reacciones psíquico-físicas que experimenta tu cuerpo, es cuando caes en la cuenta de que esas tres palabras no son algo tan establecido, esperable ni mucho menos cotidiano.
La información que circula a nuestro alrededor ha mediado demasiado en nuestras experiencias, nos han dicho tantas veces cómo 'son' las cosas, que dejamos esas experiencias en manos de lo que nos han contado. Con un cierto aturdimiento de no saber si se ha soñado, se ha vivido, o simplemente se ha escuchado una experiencia concreta.
Cuando desconectas de lo que 'se supone que ocurre', comienzas a recuperar esa experiencia pura (tantas veces investigada en los campos pertinentes) que un día las informaciones que nos median intentaron arrebatarnos, explicándonoslas como vacuna de lo que sería, o como sustituto de lo que jamás sentiríamos. Una experiencia pura que no es comparable, explicable y cuya verbalización en dos, tres o más palabras, parece una burla de lo que en realidad esconde.
No sólo en facebook falta la opción de un "no me gusta"
ResponderEliminarSi hubieras dejado un nombre, podría tener a alguien concreto a quien agradecer la crítica. Gracias por dedicarme tu tiempo "Anónimo".
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