Madurar es como pagar el alquiler: cuantas menos personas de tu entorno más próximo participen en él, más caro resulta pagar mes a mes.
No podrás culpar a esa persona con la que querrías compartir piso pero no tiene independencia económica (o personal) suficiente para poder mudarse contigo. Como tampoco podrás hacer nada por aquella otra que, aun viviendo contigo, no paga a final de mes. En este caso tiene dos opciones: entenderla y ayudarla para que poco a poco pueda llegar a final de mes y seguir compartiendo piso contigo, o decidir cambiar de compañero de piso, uno que pague, y seguir visitando al otro en otros ámbitos, aceptando que vuestros encuentros en otros pisos podrán ser posibles e incluso enriquecedores, pero que (por el momento) no podréis vivir bajo el mismo techo.
Las pérdidas de algunos compañeros siempre son dolorosas o incluso decepcionantes, por más compañeros que lleguen detrás para alquilar esa habitación que se quedó libre.
Pero hay otra opción que puede llegar a ser más desoladora. En ocasiones no es fácil que los de tu alrededor puedan pagar el piso en el que estás viviendo tú. En tal caso, la opción pasa por continuar pagando el alquiler solo, con el alto precio que supone eso a la hora de llegar a fin de mes. Un esfuerzo que si bien se torna pesado, no deja de dar gratificaciones tanto de forma individual a corto plazo, como de forma grupal en un posible futuro, que no siempre es tan lejano como pensamos. Por ello no hay que temer a vivir solo alquilado en un piso, sino a compartir alquiler en un piso que no te corresponde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario